LOS TRES FILTROS

«Se cuenta que el discípulo de un sabio filósofo llegó a casa y le dijo:

-Querido maestro, se dice que un amigo tuyo ha estado hablando mal de ti.

-¡Espera! -lo interrumpió el filósofo-. ¿Has hecho pasar por los tres filtros lo que ahora me vas a explicar?

-¿Los tres filtros? -le dijo el discípulo.

-Sí. El primer filtro es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que me vas a decir es absolutamente cierto?

-Bien, no lo sé directamente. Me lo han dicho unos vecinos.

-Por lo menos -dijo el sabio-, lo habrás pasado por el segundo filtro que es la bondad. A ver, ¿esto que me vas a decir es bueno para alguien?

-No, realmente, no. Más bien al contrario.

-Ah,… entonces miremos el último filtro. El último filtro es la necesidad, ¿crees que es realmente necesario hacerme saber esto que tanto te inquieta?

-De hecho, no.

-Entonces – dijo el sabio sonriente- si no es ni verdad, ni es bueno, ni es necesario, mejor lo enterremos en el olvido»

Aplícate el Cuento (Jaume Soler i M. Mercè Conangla)

Pocas palabras se pueden añadir a este relato, a menudo abrimos la boca y no somos conscientes del daño que producimos. A partir de ahora, ¿por cuantos filtros pasará lo que queráis comunicar a los otros?

El león y la gacela

El cuento que hoy os escribo lo descubrí en unos materiales de coaching llamados»the coaching game«.

Para mí, es un cuento real, sin concesiones … como la vida.

EL LEÓN Y LA GACELA

Cada mañana, en la sabana africana, una gacela se levanta sabiendo que debe ser más rápida que el león más rápido, sinó se convertirá en la comida del león.

Cada mañana, en la sabana africana, un león se levanta sabiendo que debe ser más rápido que la gacela más lenta, sinó morirá de hambre.

Es igual que seas león o gacela, cuando sale el sol, mejor que empieces a correr.

Al releerlo he conectado con el desastre del Japón y la fragilidad que nos rodea …

¡Elijo yo!

Desde el pasado día de Reyes tengo en casa el libro «aplícate el cuento» de Mercè Conangla y Jaume Soler (Fundación Àmbit)

Es un libro delicioso, lleno de pequeños escritos y cuentos de los autores. Como muy bien nos explican en la introducción: «aplícate el cuento, es nuestra propuesta enmarcada en la línea de Trabajo de la Ecología Emocional y se dirige a toda aquellas personas que han elegido ser parte de la solución de la Humanidad en lugar del problema» .

Mi propuesta de hoy es mostraros uno de los pequeños cuentos que hay en este libro.

SOY  YO  QUIEN  DECIDE

Explica el columnista Sidney Harris que, en una ocasión, acompañó a un amigo suyo a comprar el periódico. Al llegar al quiosco su amigo saludó amablemente al vendedor. El quiosquero, en cambio, respondió con modales bruscos y desconsiderados y le lanzó el periódico de mala manera. Su amigo, no obstante, sonrió y pausadamente deseó al quiosquero que pasase un buen fin de semana. Al continuar su camino, Sidney le dijo:

– Oye… ¿este hombre siempre te trata así?

– Sí, por desgracia.

– Y tú, ¿siempre te muestras con él tan amable y educado?

– Sí, así es.

– Y ¿me quieres decir por qué tú eres tan amable con él, cuando él es tan antipático contigo?

– Es fácil. Porque yo no quiero que sea él quien decida cómo me he de comportar yo.

Me queda con la última frase del cuento. Debo ser yo quien elija como comportarme. Genial, esta es una gran meta y creo que hay que trabajarla. A menudo escucho frases como: “con lo contento que estaba hoy…. pero al cruzarme con «fulanito» me ha entrado un mal rollo…»”

Me pregunto:

  • tan importante es “fulanito” para cambiar mi percepción del día?
  • Es beneficioso para mi dejarme influenciar por el estado de ánimo de los otros?
  • Tengo recursos para escoger cómo sentirme?

Es básico decidir como quiero vivir cada día, se podría empezar cuidando los pequeños momentos del día a día…

Viktor Frankl, en su libro «el hombre en busca de sentido» nos dice:

“independientemente de lo que nos pase, de las circunstancias que nos encontremos, tenemos el derecho a decidir cómo vivirlas”

“… sube a la barca, con tu equipage y recuerda que la vida es tuya”

Lluís Llach (Tinc un clavell per a tu)

Historia del martillo

Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.

Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizas la prisa no era más que un pretexto. Ese hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.

Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso:

– ¡Quédese usted con su martillo, so penco!-

Esta es una historia de Paul Watzlavick, uno de los principales autores de la Teoría de la Comunicación Humana y una importante referencia en el campo de la psicoterapia. Creador de la Escuela de Palo Alto en California.

  • ¿Qué extraes de esta historia?
  • ¿Qué haces cuando esto te pasa?

 

El grupo

LA LECCIÓN DEL FUEGO

Un hombre que regularmente asistía a un grupo dejó de participar en sus actividades sin previo aviso.

Después de algunas semanas, el líder del grupo decidió visitarlo. Era una noche muy fría.

Encontró al hombre en su casa, solo, sentado frente a un hogar donde ardía un fuego brillante y acogedor. Anticipando la razón de su visita el hombre dio la bienvenida al líder, lo invitó a sentarse junto al fuego y permaneció quieto, esperando.

El líder aceptó la invitación y, sin decir palabra, se sentó confortablemente.

En silencio contemplaba la danza de las llamas en torno de las brasas de leño que ardían.

Al cabo de algunos minutos, siempre en silencio, el líder seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas y la separó del resto de las brasas ardientes. Se acomodó en una silla y permaneció callado.

El anfitrión prestaba atención a cada uno de sus actos con fascinación y quietud.

Observó así como la llama de la brasa solitaria disminuía hasta apagarse de una vez.

En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de luz y calor ahora no pasaba de ser un carbón cubierto de cenizas.

Ninguna palabra fue dicha desde el protocolar saludo inicial entre los dos hombres.

El líder se incorporó aprestándose a salir. Tomó entonces el trozo de carbón colocándolo nuevamente en medio del ardiente fuego. Casi de inmediato volvió a encenderse alimentado por la luz y el calor de las brasas ardientes en torno a él.

Ya en la puerta y antes de que el líder se retirara dijo el anfitrión: «Gracias por tu visita y el hermoso mensaje; muy pronto estaré de regreso junto al grupo.»

Leonardo Wolk «El arte de soplar brasas: EN ACCIÓN»

  • ¿Qué papel juegas en un grupo?
  • ¿Como te implicas?
  • ¿Qué compates?
  • Qué te aporta el grupo?